Manuel Pimentel - 20/09/2011 - 07:00

Los zombis nos recuerdan a los muertos vivientes. Son los más tristes y patéticos, pero, desgraciadamente, los más abundantes. No es difícil distinguirlos. Siguen a la masa, sin personalidad propia. Arrastran sus pies al ritmo que le marcan los demás. Solo parecen motivarse por comer, beber, alguna pequeña diversión, y a dormir de nuevo. Deambulan sin rumbo ni sentido, sin noción de su propia valía ni de la misión trascendente que les corresponde. Conocemos muchas empresas grises, sin creatividad ni imaginación, que se limitan a repetir aquello que aprendieron un día remoto, sin percibir que su entorno ha cambiado. Son masa, no tienen personalidad.

Los caminantes son aquellas personas conscientes de que su vida es un camino que tienen que recorrer. Se preocupan por su crecimiento personal, se preguntan por los paisajes y las personas que conocen a lo largo de su senda y aspiran a mejorarlos. Tienen metas y actúan en consecuencia. Las empresas caminantes trabajan a largo plazo, se adaptan a las circunstancias cambiantes y son conscientes de su misión.
Somos zombis, turistas o caminantes no por nuestro diferencial de inteligencia, sino por nuestra actitud, por las prioridades que nos marcamos y los compromisos que adquirimos. El caminante avanza en la senda de la sabiduría, el turista llega a la del conocimiento y el zombi, a la de los estímulos cotidianos.
Existen zombis con una felicidad simple y ramplona. Llevan una vida muelle y sencilla, de centros comerciales de fin de semana. A nada aspiran y nada les atormenta, más que su salud y las necesidades físicas más básicas. Por el contrario, muchos caminantes pueden ser desgraciados porque no les gusta lo que ven en su camino, o porque sufren al no poder mejorar aquello que desearían. La propia autoconciencia es puerta de la sabiduría, pero, también, a veces, de la amargura. La felicidad a la que puede aspirar el caminante es más difícil, pero también es la más plena. La felicidad de los zombis es elemental, la de los turistas, superficial, y la de los caminantes, íntima y plena.
Los zombis se confunden con el color de la mayoría, los turistas buscan afianzar su personalidad con las expresiones externas y con las modas, mientras que a los caminantes los diferencia la riqueza de su interior, la claridad de sus objetivos y su deseo transformador. Los caminantes saben que en muchas ocasiones les tocará nadar contracorriente y sufrir en solitario. Pero el camino es largo y esa anticipación será la semilla que les permita fructificar en ese futuro en el que los zombis y turistas sufrirán hasta desaparecer.
A la vista de lo dicho: ¿qué es usted? ¿Qué es su empresa? ¿Zombi, turista o caminante? Un dato para que no se desanime. El 60% pertenece al género zombi, el 35% al turista y el 5% al caminante. Seguro que pertenece a este último grupo. Pero si no fuera así, no se desanime. Redoble su esfuerzo en el camino de la sabiduría y logrará ascender de categoría.
Manuel Pimentel
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