lunes, 25 de julio de 2011

...y lo ponene en EXPANSION

Los pianistas de la crisis


24.07.2011 Miguel Valverde 0
Con sus críticas a los funcionarios y a los parados, el presidente de la patronal CEOE, Juan Rosell, ha conseguido soliviantar a los sindicatos y a los colectivos citados.
El dirigente empresarial ha propuesto “suprimir a los empleados públicos prepotentes y reducir su número en todas las administraciones”, y ser más estricto con quienes se apuntan al paro en busca de la prestación, elevando las exigencias para obtener el derecho.
Independientemente de que el líder de la patronal pueda tener razón en que entre los funcionarios y los desempleados, como en la mayoría de los grupos sociales, se producen abusos en la utilización de los derechos, también es verdad que sus críticas responden a un hecho muy concreto que está ocurriendo en la sociedad española: la búsqueda de culpables sobre la gravedad de la crisis económica.
Ya he dicho alguna vez en esta misma tribuna que la actual situación de España tiene muchos responsables. Hasta el mismo presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, ha reconocido que no supo ver la gravedad de la tormenta que, ciertamente, tuvo su origen en los mercados internacionales.
Sin embargo, la crisis agravó el problema interno que ya teníamos. Una burbuja inmobiliaria alimentada por la banca, las cajas de ahorros y las constructoras que engañaron a millones de familias haciéndoles creer que podían pagar más de lo que ingresaban. Es así de sencillo como muchos españoles se lanzaron a un consumo desenfrenado, metiendo en la hipoteca un automóvil nuevo y hasta un viaje fastuoso.
Aunque el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, tiene razón en criticar al sector financiero por este motivo, no por ello esos ciudadanos son menos responsables de su situación actual y por la que, en muchas ocasiones, ahora están pidiendo ayuda a las administraciones. No puede ser que siempre que cambia la suerte de ciudadanos que han obrado con total libertad en busca de fortuna, los beneficios sean privados y las pérdidas públicas.
Incluso, puestos a buscar culpables de la situación, Rosell debería reflexionar sobre la violencia con la que se ha producido la destrucción de empleo. No me cabe ninguna duda de que muchas empresas han aprovechado el clima de tolerancia social por la crisis para despedir el mayor número posible de trabajadores.
Como dice el último informe de la Fundación Sagardoy sobre el mercado de trabajo, en los dos últimos años se han disparado el número de expedientes de suspensión de empleo y de reducción de jornada, porque las empresas se están acogiendo a los incentivos puestos en marcha por el Gobierno en distintas reformas para intentar paliar la sangría de despidos.
El presidente de CEOE sabe también, porque alguna vez lo ha insinuado, que la banca y las cajas de ahorros son los principales responsables de la falta de dinero que tienen cientos de miles de empresas españolas. Otra cosa es que se atreva a decirlo alto, claro y públicamente, a la AEB y a CECA, que están dentro de la patronal española. Una recomendación que también debería atender el presidente de la pequeña y mediana empresa (Cepyme), Jesús Terciado, que también está en la CEOE.
La falta de financiación del sector privado es la razón fundamental de que no se cree empleo; no los costes del despido. Con el Fondo de Garantía Salarial, el coste de la indemnización para el empresario ha bajado a 37 y 25 días en el tipo improcedente, y según el contrato, y a 12 días, en el despido procedente. Eso por no hablar de las fuertes subvenciones en las cotizaciones sociales que tienen muchas modalidades de contratación.
Desde que comenzó la crisis, los funcionarios han visto reducidos sus salarios en una media del 5%, y puede no ser la última medida. No es de recibo cuestionar el drama de millones de familias afectadas por el paro, aunque haya una minoría que vive de la picaresca.
Por todas estas razones, a veces pienso que los parados, y sobre todo los funcionarios, responden al letrero que un día vio Oscar Wilde sobre el piano de una taberna en un viaje que hizo en 1882 por Estados Unidos y que rezaba: “Por favor, no disparen al pianista. Lo hace lo mejor que puede”. Es decir, señor Rosell, que los culpables de la crisis están en otra parte.

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